El 11 de septiembre de 2001 me encontraba en Guatemala realizando un estudio para Naciones Unidas. Quedé conmocionado, como todos, con la tragedia. Pero era inevitable hacer una comparación extraña. la víspera había mantenido reuniones con organizaciones comunitarias locales. Los líderes sociales eran todos sorprendentemenete jóvenes. La razón era muy sencilla: durante los años anteriores, 200.000 personas habían muerto, la mayoría miembros de movimientos sociales, y 35.000 seguían desaparecidas. Una masacre sistemática y organizada con un fortísimo apoyo financiero y militar de EEUU y aconsejada por las empresas de comercialización de plátanos como United Fruit. El mundo sigue ajeno a esta masacre, que sólo conocen aquellos que leen los folletos de denuncia que van de mano en mano, o los informes de Naciones Unidas. Las masacres de Guatemala comenzaron cuando EEUU derrocó a su presidente legalmente elegido, Jacobo Arbenz. Hoy el país tiene un gobierno elegido, de extrema derecha, pues las milicias paramilitares que se crearon siguen estando organizadas y las elecciones son libre en el sentido de libertad acompañada.
Esto no es una novedad. En 1952, la CIA derrocó a Mossadegh, dirigente iraní que estaba dispuesto a que el petróleo de su país sirviera a los intereses de su propio país. Se inventaron a un Reza Pahlevi, que modernizó el país, especialmente las fuerzas armadas y una equipadísima policía secreta llamada Savak. La occidentalización impuesta desde el poder condujo a un aislamiento político gradual del régimen y la vuelta del país a un tipo de medievalismo religioso con el Ayatolá Jomeini. Entonces, EEUU equipó a Irak en su guerra contra Irán. Cuando Irak utilizó el gas mostaza, EEUU le siguió prestando su apoyo. Los informes del Pentágono de agosto de 2002 confirman que en aquella época los americanos ya lo sabían, pero que, sólo querían un gobierno aliado.
Sukarno, en Indonesia, era otro personaje que quería dar prioridad a los intereses internos del país. Fue derrocado con la participación ostensible de los americanos y sustituido por Suharto, uno de los dictadores más violentos y corruptos que se hayan conocido, según los análisis de los propios americanos. Los americanos no querían que hubiera violencia y corrupción, sólo querían un gobierno aliado.
No queremos construir el equivalente literario del Muro de las Lamentaciones de Jerusalém. Pero lo cierto es que si EEUU no extendiera sobre Israel su manto de protección financiera y su ayuda militar, éste no se atrevería a anexionarse los territorios de los países vecinos. Aquí, el problema no es contar con un gobierno aliado, sino contar con la amistad de la inmensa e influyente colonia judía norteamericana, que además controla buena parte de los medios de comunicación y , en consecuencia, de la opinión pública. No es posible elegir a un presidente norteamericano sin esta colonia. Todo tiene un motivo.
Estos pocos ejemplos suelen olvidarse. Con las políticas de información actuales, en las que los periódicos publican a diario grandes novedades desvinculadas del pasado, se pierde la perspectiva. (...)
Pero merece la pena recordar, la persecución al Congreso Nacional Africano, hoy en el poder en Sudáfrica, y anteriormente calificado como terrorista; la creación, de cabo a rabo, del llamado Frente Roberto Holden, y el apoyo militar a las fuerzas del apartheid de la Unita, en Angola, que generó una guerra que sólo acabó en 2001; el apoyo al dictador Somoza de Nicaragua y a la organización militar de los sandinistas, que ha desembocado en el caos actual; el asesinato de Patrice Lumumba; el apoyo a Moise Tschombe y a Mobutu, los sucesivos dictadores del Congo, otros gigantes de la represión y de la corrupción; la organización del golpe militar que derrocó a Salvador Allende, presidente electo de Chile, curiosamente también un 11 de septiembre; el apoyo a la dictadura militar de Argentina, cuyas secuelas todavía hoy notamos, por la destrucción de las estructuras organizadas de la sociedad civil; el apoyo al golpe militar en Brasil. La lista es larga y abarca todo el siglo XX.
El mosaico partido. 2007.
Ladislau Dowbor