Wednesday, August 20, 2008

re-cordar

Una vez leí que recordar procede del latín y significa algo así como volver a pasar por el corazón. Imagino que en las idas y venidas de los recuerdos, de las vueltas a pasar por el corazón, las cosas se magnifican, tamizan, suavizan, se trastocan y maquillan, en definitiva. Vamos que nadie recordamos las cosas, acontecimientos, lugares, personas y experiencias como fueron o son, si no como nosotros, los recordantes, fuimos o somos.

En estos días veraniegos de descanso profundo acerté a encontrar en una carretera secundaria aquel pueblo en el que pasé tantos veranos de la infancia y que no visitaba desde aquellos tiernos años. El pueblo, de mi madre, aparecía en mi memoria grande y magnífico, con un castillo medio derruido, impenetrable en lo alto de una montaña. La casa de la abuela se hallaba, majestuosa, en mitad del mismo y mostraba un hermoso castaño a la puerta de la misma. El pilón estaba situado justo al final de la pronunciada cuesta por la que bajábamos a toda velocidad sin frenos con las bicicletas. Y el río, estaba lejano, escondido entre los chopos.

Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que el castillo sigue medio derruido pero que se eleva tan solo unos escasos cien metros sobre el nivel del pueblo y de impenetrable tiene más bien poco. El río pasa justo por al lado del pueblo. La cuesta no califica para tal denominación. Y la casa de la abuela sigue majestuosa en mitad del pueblo pero la han encasillado otras por varios lados, dejándola encerrada, sin aire para respirar. El caño del que manaba agua fresca ha sido comprado por un gigante de refrescos que ha plantado allí una fábrica, que ni siquiera da trabajo a los lugareños pues está todo mecanizado.

El pueblo era más pueblo en mis recuerdos. Regresar ha sido como violar aquellos tesoros infantiles.