Wednesday, November 26, 2008

de cosas que tenía escritas y hallé hace un par de días


Julio 2007 Pantano del Atazar

A veces se me va la cabeza a otros lados. Intento pensarlo todo y no puedo, me doy cuenta de la pequeñez de mi ser en tan vasto mundo. Yo estoy aquí, yo soy aquí. ¿dónde estarán los demás? También aquí, conmigo, porque los pienso, y el pensar es crear. El hablar es contrastar. El escuchar es aprender.

Anoche estuve en Birmania con James y con Vere por un breve lapso de tiempo , el que dura un rayo en una tormenta. Nos vi a los tres. James tumbado en el camino que llevaba a la parte trasera de la casa, con su cabeza sobre sus manos, tumbado boca arriba, silencioso bajo la lluvia. Vere, de pie, sin poder parar de hablar, como siempre, explicando sus teorías acerca de la maravillosa belleza de las tormentas eléctricas. Yo, no tengo recuerdo de mi misma. Sé que estuve allí, pues lo recuerdo. Sé que estuve allí, pues lo estoy narrando. Fue mi primera tormenta eléctrica, la segunda, quizás. Los rayos rosas iluminaban cada pocos segundos la intensidad del cielo birmano. Y el lago. El gran lago con la pagoda en el centro, aquel templo donde me acogieron y dieron de comer unos monjes con los que no había más forma de comunicarse que con gestos y con la mirada. La sensación era extraña, una mezcla de miedo y excitación infantil, sorpresa ante tanta belleza.

Ahora estoy frente a un pantano. El paisaje, a pesar de su esplendor, varía del de mi recuerdo; sobre todo, el paisaje humano, aquel por el que estoy más profundamente interesada. El calor podría equipararse, aunque salgo beneficiada en estos momentos. Los sonidos, también. Allá vivía en una maravillosa casa de teka, acá estoy en una tienda de campaña de prestado. Todo es similar y sin embargo, esto carece del halo de la aventura.

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