Sunday, April 27, 2008

de matones de barrio con navajas

Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar
con el tumbao' que tienen los guapos al caminar,
las manos siempre en los bolsillos de su gabán
pa' que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal.



El mes de abril se escapó por la ventana y el calor viene atizando fuerte por la puerta. Solté la bufanda para agarrar las chanclas y en este ir y venir cogí una infección de garganta. Para combatirla me senté el otro día unas cuántas horas en una terrazita de Lavapiés, las equivalentes exactamente a ciento trece euros en cervezas y daiquiris de coco.

Lavapiés es un sitio especial. De los que no se pueden describir porque las palabras se quedan cortas y empequeñecen y esclavizan una realidad que tiene vida propia, como casi todo lo mágico que se nos regala. Es especial y el otro día comprobé que es cierto que se está poniendo muy feo.

Tras el tratamiento de choque contra mi infección de garganta continuamos barriendo la zona hasta llegar a un local de los que hay que golpear a la puerta suavesito para que te dejen entrar porque ya están cerrados. Suavesito no golpeamos, así que el dueño del local cuando por fin se acercó a la puerta y abrió lo último que tenía en mente era dejarnos pasar pues le habíamos puesto en un compromiso aporreando la puerta tal y como lo habíamos estado haciendo.

Mientras el cabecilla de la operación trataba de excusarnos, aunque no tuvieramos excusa, un chaval, decidido, se acercó bajando la calle y preguntando al dueño del local, que para ese momento ya estaba en la acera, que si necesitaba ayuda, si le estábamos molestando. El dueño del bar contestó muy seriamente y en voz baja que no necesitaba guardaespaldas. En ese momento fue cuando el decidido chaval se dio media vuelta para volver a subir la calle por donde había aparecido y recortada a contraluz todos los presentes menos el cabecilla de la expedición pudimos atisbar claramente el filo de una navaja cerrándose.

En el momento, ninguno de los presentes calibró el grado de peligro al que habíamos estado expuestos. El alcohol es lo que tiene. La pregunta que al día siguiente se me planteó es ¿qué hubiese pasado si el dueño del bar hubiese dicho que sí le estábamos molestando?

Pedro Navajas matón de esquina
quien a hierro mata, a hierro termina




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