No sé vosotros pero yo tengo éxito con los desconocidos, éxito que, lo admito, se esfuma cuando los susodichos pasan a convertirse en conocidos, pero ésa es otra historia. Ayer siguiendo con mis incursiones en la vida noctábmula, sonámbula y alegre del Madrid multicolor, o sea, de Lavapiés, me pasé un ratito, que no voy a determinar, en unas cuantas tabernas y/o antros de la zona.
Todo transcurría de forma ¨normal¨ (adjetivo que no gusta mucho a la hora de describir actividades lúdicas) y agradable. En un momento determinado el grupo decidió trasladarse a un sitio de bailoteo. Yo andaba, con los pies, y con un bolso, pequeñito, rosa y verde y monísimo, cruzado tipo bandolera porque Madrid es bonito y Lavapiés también, pero los bolsos, de noche, son preciado trofeo para algunos listos.
Me dejé absorber por las vibraciones de la música y en pleno éxtasis musical, de pronto, noté una cosa saliendo de mi bolso. Comprobé lo que era y al ver que era un trozo de papel manuscrito que cuidadosamente había sido doblado y depositado en la parte superior de mi bolso, lo tiré al suelo. Sinceramente, pensé Nadie te va a dejar una notita a las ..... de la madrugada, esto no es el colegio. Una vez más, me equivocaba.
Cuando ya había olvidado el incidente del papelito y estaba sumida de nuevo en la música y el cachondeo; se me acerca un chico, jovencito para más señas, y me dice alucinado No me puedo creer que hayas tirado lo que te he dado!!!! Sí!!! admití llevándome una mano a la boca para tratar de parar en la medida de lo posible la increiblemente sonora carcajada que de ella salía. Acto seguido miré al suelo y, justo a mis pies, allí estaba el trozo de papel acusador. Me agaché y lo recogí. Y entonces traté de paliar lo que ya era, obviamente, irremediable pues el jovencito me había estado observando desde algún punto que yo desconozco.
Es para que lo leas. Léelo mañana, si te gusta, lo buscas en Internet y si no te gusta, lo tiras como ahora. Metí la hoja de papel en el bolsillo de mi pantalón sin darle mayor importancia pero el grupo de personas que me acompañaban que, hasta ese momento no se habían enterado de nada, me gusta hacer el ridículo en círculos privados y pequeños, a ser posible sola; colocó la antena en el mismo instante en que un hombre (jovencito) se me acercó y comenzó a hablarme, y el asunto se hizo público. Tras las explicaciones y risas oportunas olvidamos el tema.
Al salir del antro, abrí la nota. Dentro, manuscrita, había la letra de una canción del grupo colombiano Aterciopelados, letra y grupo que conozco y adoro. Me asaltaban cientos de preguntas:
1 ¿el jovencito sale por la noche con una letra de canción ya escrita y a la primera, segunda o tercera que se cruza se la encasqueta?
2 ¿el jovencito me vió y entonces en su cuaderno que siempre lleva a cuestas escribió la letra de esta canción?
3 ¿El jovencito se encontró el papel escrito y quería vacilar con sus amigos, igualmente jovencitos y se lo dió a una menos jovencita?
La nota simplemente llevaba la letra de la canción, ningún dato de contacto. Es la falta de amor la que llena los bares.
Todo transcurría de forma ¨normal¨ (adjetivo que no gusta mucho a la hora de describir actividades lúdicas) y agradable. En un momento determinado el grupo decidió trasladarse a un sitio de bailoteo. Yo andaba, con los pies, y con un bolso, pequeñito, rosa y verde y monísimo, cruzado tipo bandolera porque Madrid es bonito y Lavapiés también, pero los bolsos, de noche, son preciado trofeo para algunos listos.
Me dejé absorber por las vibraciones de la música y en pleno éxtasis musical, de pronto, noté una cosa saliendo de mi bolso. Comprobé lo que era y al ver que era un trozo de papel manuscrito que cuidadosamente había sido doblado y depositado en la parte superior de mi bolso, lo tiré al suelo. Sinceramente, pensé Nadie te va a dejar una notita a las ..... de la madrugada, esto no es el colegio. Una vez más, me equivocaba.
Cuando ya había olvidado el incidente del papelito y estaba sumida de nuevo en la música y el cachondeo; se me acerca un chico, jovencito para más señas, y me dice alucinado No me puedo creer que hayas tirado lo que te he dado!!!! Sí!!! admití llevándome una mano a la boca para tratar de parar en la medida de lo posible la increiblemente sonora carcajada que de ella salía. Acto seguido miré al suelo y, justo a mis pies, allí estaba el trozo de papel acusador. Me agaché y lo recogí. Y entonces traté de paliar lo que ya era, obviamente, irremediable pues el jovencito me había estado observando desde algún punto que yo desconozco.
Es para que lo leas. Léelo mañana, si te gusta, lo buscas en Internet y si no te gusta, lo tiras como ahora. Metí la hoja de papel en el bolsillo de mi pantalón sin darle mayor importancia pero el grupo de personas que me acompañaban que, hasta ese momento no se habían enterado de nada, me gusta hacer el ridículo en círculos privados y pequeños, a ser posible sola; colocó la antena en el mismo instante en que un hombre (jovencito) se me acercó y comenzó a hablarme, y el asunto se hizo público. Tras las explicaciones y risas oportunas olvidamos el tema.
Al salir del antro, abrí la nota. Dentro, manuscrita, había la letra de una canción del grupo colombiano Aterciopelados, letra y grupo que conozco y adoro. Me asaltaban cientos de preguntas:
1 ¿el jovencito sale por la noche con una letra de canción ya escrita y a la primera, segunda o tercera que se cruza se la encasqueta?
2 ¿el jovencito me vió y entonces en su cuaderno que siempre lleva a cuestas escribió la letra de esta canción?
3 ¿El jovencito se encontró el papel escrito y quería vacilar con sus amigos, igualmente jovencitos y se lo dió a una menos jovencita?
La nota simplemente llevaba la letra de la canción, ningún dato de contacto. Es la falta de amor la que llena los bares.
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