al doblar cualquier esquina

Tengo un amigo al que siempre me encuentro por donde quiera que voy, no sé si es una señal, pero lo cierto es que cuando pienso en él al poco le veo caminando hacia mí por una céntrica calle de la ciudad desde la que escribo o sentado en la terraza de un bar al doblar la esquina de mi casa.

Mi amigo se ha convertido en mi amigo, el de los encontronazos. Nos hemos encontrado por casualidad por lo menos en una decena de ocasiones en los últimos 3 años. Cualquier persona calculadora y menos dada al encantamiento y al ensueño, argumentaría que tampoco es para tanto y que las Leyes de la Física y la Probabilidad podrían darnos una explicación científica, ajustada, acertada y racional. Yo prefiero pensar de otro modo. Ya he dicho que no sigo mucho la Ciencia al menos no la que se estudia en el colegio y mide o intenta medir todo lo que sucede en este mundo.

Así que yo creo que mi amigo y yo nos encontramos porque nos pensamos y que nuestros pensamientos provocan nuestras acciones y nuestras acciones nos llevan a encontrarnos. Nos vemos más por casualidad que con cita previa, de hecho, ni nos molestamos en quedar porque pienso que, en el fondo, los dos sabemos que nos encontraremos al doblar cualquier esquina o ir a comprar el pan una mañana de domingo.