Ya os conté lo de aquella noche en que un desconocido se me acerquó y me regaló la bonita letra de una bonita canción. Bien pues parece ser que tengo un imán para que los personajes más insospechados me aborden en los bares, esta vez a plena luz de domingo ceniciento, y me regalen sus más variopintos mensajes.
Ayer, domingo, me fui a hacer lo que todo buen residente de la ciudad hace el domingo: tomar el aperitivo. Esta tradición, junto con la otra de desayunar dos veces (una en casa, otra en el trabajo) son dos de las costumbres que más me gustan de esta ciudad. La cita era en el barrio multicolor, en Lavapiés.
El aperitivo empezó bien, nada más entrar en el lugar de la cita, un chico al que no había visto en mi vida me invitó a una caña, resultó ser amigo de una amiga. Con un recibimiento así, una se pone de buen humor por mucho que el clima no acompañe.
Unas cuantas cañas después, se nos acercó un muchacho con una carpeta con un gran arco iris pegado en ella. Intentaba vender su libro. Pero nadie de los allí presentes estábamos por la labor ni de comprar libros, ni los pendientes que nos fueron ofertados con tan sólo unas cañas de diferencia. Lo único de lo que teníamos ansias es de vaciar más y más vasos de cerveza a la par que echarnos unas risas. Las despedidas es lo que tienen.
En esta ocasión, no sólo no me soné los mocos con la servilleta si no que además la he encontrado hoy vaciando mi bolso. El título completo del libro no tiene desperdicio: El libro de la vida y la alianza del arco iris.
El aperitivo empezó bien, nada más entrar en el lugar de la cita, un chico al que no había visto en mi vida me invitó a una caña, resultó ser amigo de una amiga. Con un recibimiento así, una se pone de buen humor por mucho que el clima no acompañe.
Unas cuantas cañas después, se nos acercó un muchacho con una carpeta con un gran arco iris pegado en ella. Intentaba vender su libro. Pero nadie de los allí presentes estábamos por la labor ni de comprar libros, ni los pendientes que nos fueron ofertados con tan sólo unas cañas de diferencia. Lo único de lo que teníamos ansias es de vaciar más y más vasos de cerveza a la par que echarnos unas risas. Las despedidas es lo que tienen.
En uno de mis zigzagueantes viajes a la barra del entrañable local, el muchacho de la carpeta multicolor se me acercó de nuevo y me dijo ¨He sentido que tenía que regalarte esto, es la dirección de mi libro¨. Yo, con tanta caña y sin mis gafas, no veía ni torta pero él, muy amablemente, leyó en voz alta las inmensas letras librodelavida.org, garabateadas en una servilleta de bar, de esas que se pierden siempre cuando en ellas tienes escrito un número-de-teléfono-que-no-puedo-perder o la-dirección-de-correo-electrónico-de-ese-peazo-de-pibe.
En esta ocasión, no sólo no me soné los mocos con la servilleta si no que además la he encontrado hoy vaciando mi bolso. El título completo del libro no tiene desperdicio: El libro de la vida y la alianza del arco iris.