A estas alturas de la partida, la vida ya me ha enseñado al menos una
cosa: Todo es Posible y, en realidad, el mundo, este planeta, es más
pequeño de lo que nos imaginamos o nos hacen creer; por eso, cuando hace un par de semanas estaba revisando un contrato de
una compañía, VOADORA, y vi un nombre, Marta Pazos, supe,
instintivamente, que esas dos palabras, nombres propios, eran los mismos
que lleva luciendo por este pequeño planeta la que fue una de mis primeras compañeras de piso en mis años
universitarios en Barcelona.
En la cocina de la calle Casanova, en el Gaixample, como se conocía entonces a esa zona del
ensanche de la ciudad condal; le "tomábamos la lección" a Marta
mientras ella cocinaba, cada jueves, indefectiblemente, garbanzos de
bote del DIA. El talento siempre estuvo en ella, en sus movimientos, en
sus pinceles, en los arreglos en la ropa que comprábamos y compartíamos.
Todas, Iria, Sara y yo, sabíamos que Marta llegaría lejos, tan lejos
como quisiera y así ha sido, parece estar donde quiere, haciendo lo
que adora.
Cuando ayer a la hora de la comida, nos vimos y nos abrazamos después de
quince años, inspiré profundamente su perfume, aquel perfume de moras, y
me llevó disparada a aquella cocina con la nevera que vinilamos hasta
convertirla en una vaca lechera y el espejo recogido en uno de nuestros
paseos nocturnos por el Raval con su marco reivindicativo handmade.
Supe, que yo también estoy donde quiero estar, haciendo lo que quiero hacer.
Vivan las mujeres peleonas (¡y bizarras!) que viajan por el mundo con una maleta inmensa y llena dentro del corazón, donde caben las casas antiguas y sus compañeras, las neveras viniladas que mugen, los botes de garbanzos cocidos y los sueños, muchos sueños, los cumplidos, los por cumplir, los que nos mantienen vivas.
ReplyDeleteVivan las mujeres grandes que llenan fotos con sonrisas enormes de felicidad, la de sentir que están donde quieren y la de haberse encontrado en ese lugar tan poco concurrido con las personas a quienes quieren.
Viva tú! Viva Yo!
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