Friday, March 07, 2008

donde hay mujeres, hay color

¿Qué tal por marruecos? ¿te intentaron cambiar por camellos? Me pregunta al otro lado del chat un amigo fotógrafo. A lo cual respondo que no y cuando me doy cuenta, recapacito, y admito que los amigos con los que fui de viaje SÍ quisieron cambiarme por unas tristes zapatillas. Si la quieren canjear a una siempre tiene más glamour que den por ti animales con jorobas que una vulgar imitación de unas zapatillas de moda, por muy a la moda que éstas estén. Digo.

Marruecos es África. Marruecos es India. La comida, las refriegas en el Hammam, aunque éstas sean apresuradas y desmesuradas en precio comparado con el resto de cosas, los zocos, los tés. Una furtiva caricia en mi trasero en las aglomeraciones de la Medina. La represión se nota. Ni siquiera me enfada, no noto peligro.

Los tambores no paran de sonar en la plaza Djem'a El-Fna alrededor de la cual parece que todo gira sin cesar. Al atardecer, los puestos ambulantes se montan una vez más como cada día para deleitar a propios y extraños con algunas de las viandas locales. El humo que estos desprenden se aprecia desde todas las esquinas de la plaza y desde los terrados de los edificios colindantes.

Dejar atrás la ciudad y dirigirse al campo, al Marruecos rural, profundamente rural. Los hombres se sientan en el café a departir y beber té mientras las mujeres ataviadas con ropajes y velos de brillantes colores se afanan en cultivar la tierra, cocinar, limpiar... El ritmo cambia. Los tambores pasan a ser pájaros o grillos al anochecer. Las bicis y motos han cambiado para convertirse en burros, hay burros por doquier. Son usados para casi todo como hace tiempo en este lado del estrecho. Podría quedarme aquí un tiempo. Es un lugar de los que le hacen sentirse a una en casa.



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