Apenas unas horas atrás dejé América. Grande y hermosa. Cuando cruzaba la frontera, a pie, desde México a USA, en su paso de Sonoyta, se me encogía el corazón y a la vez latía con fuerza. Cruzar fronteras para aquellos que nos es sencillo y permitido tiene su parte romántica y de otro tiempo; otros, menos afortunados, se dejan la vida en ello.
La frontera del norte de México desde Sonoyta a Tijuana va paralela a la carretera, a tan solo unos metros, visible, cercana, alcanzable. Los mexicanos la llaman la línea, porque de hecho eso es, tan sólo una línea caprichosa que separa y divide. Tiempo atrás esa línea estaba mucho más al norte dejando del lado mexicano a estados como Nuevo México, Texas...
Sólo un vasto y temible desierto separa realmente los dos países en esta zona. El Gran Desierto del Altar. La línea o frontera es tan sólo una ridícula valla con unas estacas de madera de apenas un metro de altura en muchos de sus tramos. Cualquiera, lo suficientemente desesperado, se aventuraría a cruzarla en busca de una vida mejor.
Casi todos los que lo han hecho y con los que he tenido el inmenso placer de platicar estos días dicen lo mismo, la vida en México es más suave. Como suaves y dulces han sido mis experiencias en estas casi dos semanas por el México, en realidad, menos lindo pero sí bien querido.
Viste parte de la realidad cruel de este México que todavía vive.
ReplyDeleteA donde vayas no irás sola, la gente del abuelo estará ahí. Estarás bien.
Anátapu.
Manifiéstate, ¿quién eres Anátapu??????
ReplyDeleteAnátapu el abuelo, algunas veces estuvo en Santiago en el seminario menor en una Romaría, en el 99 te encontró en Barcelona en donde una compañía de danza se presentó fuera de la Sagrada Familia.
ReplyDeleteLa siguiente vez que vaya a Mexico... prometo visitar Colima!
ReplyDeleteLa siguiente vez que vaya a Mexico... prometo visitar Colima!
ReplyDeletejonapari@yahoo.com
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