Cada tarde al volver del trabajo te veo.
Cada tarde, lloras.
Lloras, creo, de angustia,
de impotencia,
de desesperación.
Cada tarde cuando yo vuelvo a casa,
tú estás ahí encima de tu cartón
con un vaso de coca-cola
frente a tus piernas encogidas,
abrazadas por unos brazos débiles.
Esperas, imagino, alguna moneda furtiva
que acierte a caer en el interior de tu preciada hucha
en forma de anuncio de refresco.
Eres joven, no llegas a los treinta.
Cada tarde al volver del trabajo,
me pregunto acerca de tu historia,
de la historia del chico del Mcdonald´s.
Every evening when I go back home I see you.
Every evening, you cry.
You cry, I reckon, with anguish,
with helplessness, with despair.
Every evening when I get out of work,
you´re squatting on your piece of cardboard
with a paper cup of Coca-cola in front of your bent legs,
legs, embraced by your weak arms.
You´re waiting, I guess, for a furtive coin
that dare to get into your precious piggy bank.
You´re young, you´re not even in your thirties.
Every evening when I go back home,
I wonder about your story,
the story of the Mcdonald´s corner guy.
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