Tuesday, November 29, 2005

a letter to a maria

Hola sería un buen comienzo para una carta amigable y cortés y, sin embargo, hola es una palabra vacía y ridícula para un inicio de una comunicación contigo. Aquí estoy a 5000 kms de distancia. Donde todo es extraño y singular me siento como siempre y tranquila.
India recibe a todos sus visitantes con una mano extendida en señal de petición y unos ojos oscuros y profundos, retando lo más profundo del alma humana, de mi alma humana. Olores, sonidos, humos, sarees se confunden entre los millones de rickshaws y bicicletas en sucias calles contaminadas.
Alerta, atención constante. Non stop, nunca dormirse, siguiente autobús, próximo tren, un chai y vuelta a empezar.
Maravillas de remotos pasados se asoman a un cielo siempre plomizo como queriendo demostrar que existe una India increible, una India maravillosa, una India que merece un hueco en el mundo, no en la sección de ¨desastres y defunciones¨ si no en la de ¨cultura y actualidad¨. Difícil, me parece muy difícil que eso pueda ocurrir. Todo en India parece aquilosado como las gordas señoras que tapan sus vergonzosas carnes bajo brillanes sarees de seda.

Monday, November 21, 2005

si no has viajado en general, no has viajado en tren en India

"Yo ya no soy yo, al menos no el mismo yo interior"


Notas de Viaje, El Ché Guevara


Quien no ha viajado en clase general, no sabe lo que es viajar en tren en India. Viajar en general es otro modo de viajar, es viajar como los más humildes entre los humildes, es no tener necesidad de comprar billete porque los revisores no pasan ya que no hay espacio por el que cruzar, es compartir un espacio ininmaginablemente pequeño con una ininmaginable cantidad de gente. Viajar en general es aprender la esencia de todo viaje: compartir con otros.

Mi viaje a Jalgaon fueron 12 horas incómodas pero enriquecedoras. Doce horas encogida, sentada en un portamaletas, de los ubicados en la parte superior de los vagones. En los vagones de clase general, los portamalestas se convierten en portapersonas, el equipaje es secundario. Fui afortunada de conseguir este espacio en el portaequipaje, hubo gente que viajaba de Ahmedabad a Chennai, 2 días y medio de trayecto, e iban de pie, claro que, la cantidad de gente en el vagón era tal que unos sujetaban a otros así que uno no tiene que preocuparse por caerse.

Un señor, que se convirtió en mi guarda durante todo el viaje, me cedió un poco de espacio en cuanto me vio aparecer por el vagón. Yo era una de las pocas mujeres a bordo y la única occidental. Mi ángel de la guarda primero se cercioró de que no me había confundido de vagón pues no muchos occidentales viajan en clase general. Tras comprobar que, efectivamente, había sido lo suficientemente arriesgada para viajar en general, me hizo hueco en el portaequipaje junto a él y se apresuró a enseñarme las normas de comportamiento en espacios reducidos.

Los viajeros que tienen la suerte de apoderarse de un espacio para sentarse, han de descalzarse. Si este espacio se encuentra situado por encima de otras personas, los zapatos, en mi caso botas de montaña, se ubican en los ventiladores que se hayan anclados al techo del vagón, ventiladores que intentan paliar sin éxito los sofocos del mes de noviembre en la India. Estos ventiladores en la posición en la que nos encontrábamos nos quedaban exactamente frente a nosotros tal que una mesita auxiliar. Una vez descalza, la posición más cómoda y menos intrusiva para los pasajeros que viajaban justo debajo de mí era con las piernas dobladas delante de mí sujetas por mis brazos. Entonces más que nunca deseé medir 20 centímetros menos.

Mi ángel de la guarda estuvo atento durante todo el viaje. Guardaba mi espacio cuando yo tenía que ir al baño, tarea dura y que requería gran concentración pues había que sortear a decenas de pasajeros ubicados por todos lados, literalmente, por todos lados. Nunca hubiera imaginado que cupiésen tantas personas en tan reducido espacio. En una de mis visitas al servicio, me sucedió una de las cosas más graciosas de mis meses por India. Un chico, musulmán para más señas, me pidió un autógrafo. ¿Para qué? No tengo idea. En ese momento, sí me dió la sensación de que quizás no muchos occidentales viajen en clase ordinaria en la India. Ahora hay un chico por ahí con un trozo de papel y un garabato mio quién sabe lo que dirá al respecto.

Mi ángel de la guarda me alimentó durante todo mi trayecto. No importó que le insistiese que tenía comida en mi mochila. En cada parada del tren, compró y compartió conmigo todo lo que había disponible: mandarinas, samosas, frutos secos, cai, pepsicola caliente... Todos los manjares de los que se disfruta en cualquier viaje en tren por el país.
Cuando llegó la hora de apearme del tren me quedó una cierta sensación de melancolía. Abandonaba a aquel que me había cuidado tanto en aquellas maravillosamente incómodas 12 horas.

Sunday, November 20, 2005

al borde de paquistán



"And what is good, Phaedrus,
And what is not good-
Need we ask anyone to tell us these things?"

Zen and the Art of Motorcycle Maintenance, Robert M. Prising.


Una multitud de mujeres cubiertas con burkas negras me esperaba en la estación de tren de Junagadh. Tras sus velos podía adivinar su curiosidad sobre mi , la misma que la mía sobre ellas. Al poco de llegar a la estación me ví rodeada por todas ellas, tal que fantasmas negros y una, entre risas, no pudo soportar más y me comenzó a interrogar ¿de dónde eres? ¿estás casada? ¿cuántos hijos tienes? Las preguntas habituales en cualquier conversación con un extraño en India. Se quedó sorprendida por mi ausencia de marido y de hijos a mi edad, ella con la misma edad que yo ya tenía marido y dos pequeños. Dos mundos diferentes no hay duda. También yo me quedé sorprendida de lo multitudinaria de su despedida, toda la familia parecía congregada allí para decir adiós a la mujer de velo negro.
Mi primer tren nocturno me condujo de Junagadh a Ahmedabad, en el mismo estado de Gujarat. Este tren llegó a las 5 de la madrugada a la estación y a pesar de mis temores la estación estaba completamente abarrotada de gente a esas horas. En India es muy difícil estar solo.
Cuando desperté en mi litera estábamos en Ahmedabad, ciudad de unos 5,1 millones de habitantes, la ciudad más grande del estado y la séptima dentro de todo el país. Aquel fue mi primer tren nocturno sola y tras decenas de ellos, casi todos nocturnos, aprendí una cosa: me gusta viajar de día. Entiendo la opinión ampliamente extendida de que los medios de transporte nocturnos ahorran una noche de alojamiento pero, en mi caso, no sólo descubrí que llegaba a los sitios de madrugada y de mal humor si no que además acababa eligiendo las peores habitaciones dada la desesperación por acostarme en cualquier lado a descansar. Por la mañana a plena luz del día me daba cuenta del tremendo error cometido por el cansancio y la falta de luz.
Las taquillas, viejas y destartaladas como el resto de la estación de Ahmedabad, mostraban delante de sí largas colas de hombres esperando ordenadamente para comprar sus billetes. Esta estampa no es común en India donde empujar y saltarse la cola son deportes nacionales tanto como el criquet y el escupir. Descubrí pronto la razón de tanto orden. Las colas eran guardadas por policías uniformados con cara de pocos amigos y largas varas de madera en las manos, las mismas varas que se usan para comprobar si la gente que duerme en la estación está viva o muerta por la mañana pues hay muchos sin hogar que mueren en las estaciones donde se refugian por la noche. Esas mismas varas también ordenan filas delante de taquillas en Ahmedabad.
Las mujeres a esa hora se podían contar con los dedos de una mano. No son horas femeninas en el país. En mi caso, cualquier hora era válida y lo único que quería era comprar un billete lo antes posible para el siguiente tren con destino a Jalgaon, mi próxima parada, ya en el estado de Maharashtra. Tuve suerte, al ser una mujer tenía una ventanilla para mi sola. En India ser mujer acarrea muchísimas injusticias y problemas pero también algunas poquísimas ventajas y una de ellas es que hay una cola exclusiva para mujeres (también hay algunos trenes con vagones exclusivamente para mujeres) Así que, sin demasiada demora, compré mi billete en clase general con destino Jalgaon.

letter to a rachel

Asia, India, calle, Mónica, me me me, same same que dicen en India y same same I feel here.

India es fascinante por la cantidad de estímulos que brinda a los sentidos, no hay tiempo para aburrirse, no hay tiempo para echar de menos. No hay tiempo porque todo el rato pasan cosas a mi alrededor que son nuevas para mi y me sorprenden, no siempre agradablemente, pero me despiertan. Y todo el rato hay que estar atenta, alerta, todo el rato ves a niños en la calle y todo el rato ves a viejitos tirados y todo el rato te preguntas ¿por qué tú no y ellos sí? El azar, los dioses, el karma... ¿Quién nos ha dado esta suerte que tenemos?

What is your name? What is your country? No sé cuántas veces he contestado ya a estas preguntas en el tiempo que llevo aquí. A veces juego y me invento, me invento cada día un personaje. Todo el mundo quiere saber, todo el mundo te mira y todo el mundo te ve guapa porque tienes la piel blanca. Y venden cremas para volverse más blancos ¿quién dijo que la piel blanca es más bonita? Si supieran que en Occidente se paga por meterse en cabinas para tostarse tal que pollos no se lo creerían.

Thursday, November 17, 2005

Obrigada




" ¿Es duro vivir con miedo, verdad? En eso consiste ser un esclavo¨


Blade Runner, Ridley Scott.



A veces los lugares pasan a ser recordados por nuestros corazones no por la belleza o fealdad de sus rincones si no por las vivencias experimentadas en ellos. Así aquella calle en Panjin, Goa, donde un indio me trato como una prostituta queriendo que subiera con él a una habitación de hotel, siempre estará calificada como oscura y desagradable y el sitio no recomendable. El corazón y los sentimientos son así, potentes filtros de la experiencia, tamizadores de percepciones, potentes barreras o lazos con otros seres humanos. Por este motivo, Diu permanece en mi memoria como el lugar en que me harté y grité desesperada: ¿Qué haces tú aquí con un tipo como éste? ¿Por qué has viajado 6000 kms para cometer el mismo error de siempre? Deja tu miedo y escucha a tu corazón.

Diu se ha convertido en mi memoria en el sitio donde este viaje comienza realmente. El sitio donde abandoné el miedo y algunos de mis prejuicios y me aventuré al maravilloso arte de vivir un viaje, de dejarse llevar, de planear para luego no seguir los planes, de cambiar de ideas, de seguir tus intuiciones, de vivir India y perderte en ella... Pienso que el único modo de disfrutar India es dejar tus ideas aparcadas junto con tu mochila y rendirte a su gran poder y sus innumerables contradicciones, y así acabas por amarla locamente.

Así que eso es lo que hice. Aparqué la carga que llevaba y dije hasta luego a un Luigi que se convirtió en un personaje demasiado hablador y paternalista para mi gusto. Y cogí mi primer tren nocturno sola con un millón de personas....

Thursday, November 10, 2005

Objetivo la playa




"Viajar detiene el tiempo".
Graham Greene

Tras las 8 horas de rigor en un sleeper bus, llegue a Udaipur. Luigi, el italiano con el que comparti la espera en el chiringuito de la companyia de autobuses, no aparecia por ninguna parte. Asi que emprendi busqueda de guest house a las 6 de la manyana, una de las horas mas tranquilas en India. Hora en que las barrenderas (los peores trabajos en India son desempenaydos por mujeres y/o intocables) limpian las calles, hora en que se empieza a hervir el primero de tantos tes a lo largo del dia, hora en que hasta las vacas parecen estar descansando.Encontrar una guest house (ninguno de los lugares en los que estuve durante 5 meses de viaje en India llego a la categoria de hotel) es todo un arte. Conlleva paciencia y perseverancia en partes iguales. Todas las guias de viaje no sirven de nada a la hora de buscar y encontrar un sitio decente donde dormir. Asi que el metodo es llegar a la zona de hoteles barata (en todas las ciudades indias existe una calle donde se concentran las guest houses para backpackers) y rastrear, sin parecer un desesperado, lo cual es en ocasiones complicado tras viajes interminables, rompehuesos y polvorientos. Pero todo se acaba por masterizar. Asi que cada nueva parada uno esta mas cerca de convertirse en un maestro del regateo y las caras de poker. En esta ocasion la guest house la llevaba una familia de profesores de instituto y tenia habitaciones tranquilas, limpias y baratas a 80 rupias la noche (menos de dos euros).

Tras un paseo por la ciudad, mis pasos se volvieron a cruzar con los de Luigi y un nuevo personaje que le acompanyaba, un granjero de unos 60 anyos israeli y con la misma cara que Paul Newman pero unas manos que daban miedo. En el recorrido por la ciudad nos ensenyo los distintos tipos de vacas y bueyes que andaban sueltos por Udaipur, me ensenyo a apreciar a estos animales, la belleza y poder que tienen.

Udaipur resulto ser uno de esos sitios que aparecen en todas las guias como magico y especial y de los que he aprendido a salir corriendo cuando me doy cuenta de que "ese ser especial" no es un calificativo universalmente compartido por todos. El sitio tiene que ser especial para mis ojos, para mi corazon, para mi alma... Asi que al segundo dia empaquete de nuevo mis cosas y parti con Luigi en direccion a Diu. Una antigua colonia portuguesa. Por el camino aprenderia un monton de cosas sobre mi y sobre los otros, pero especialmente sobre mi.

De camino a la playa paramos una noche en Palitana. Palitana es un pequenyo pueblo de peregrinaje jainista en el estado de Gujarat que tiene la peculiaridad de tener una montanya a la que se accede tras subir la escalofriante cifra de 3000 escalones. En la cima de la montanya se levantan 1000 templos. La recompensa es grande. Los escalones se pueden evitar por unas 400 rupias, por este precio, unos senyores te suben a cuestas. Las gordas devotas indias hacen uso de los palanquines porque estan gordas pero no por ello dejan de tener gran devocion. Este hecho como tantos otros me dieron la razon mas que nunca: la religion tiene unos lazos tenebrosos con el dinero.

En Palitana vi por primera vez jainistas barriendo el suelo por el que iban a pasar para no matar hormigas. Tras Palitana llegamos a Diu. Negros, aceras en las calles, hora de la siesta, fisonomias reconocibles, cercanas... humedad, iglesias, portugues. Respiro, respiro y sudo humedad.

Tuesday, November 08, 2005

Bundi o El palacio en la colina.

“Fantasy is what people want, Reality is what they need.
I have stopped needing fantasy”
Lauren Hill

“Bundi es un sitio mágico” nos presentó Maria Chandra, personaje recurrente a lo largo de mi viaje por India, el lugar. Maria Chandra fue un fantasma en un ordenador en una calle de Delhi mucho antes de conocerla y fue otra sombra de un ciber café en Port Blair, capital de las Islas Andamán, muchos meses después. Su áurea y sus buenas vibraciones estuvieron presentes todos estos meses conmigo.
Bundi es un pueblo del Rajasthan, no tan visitado como las famosas Jaipur, Jodhpur, Jaisalmer…pero mucho más especial. Bundi fue con diferencia el lugar de India donde los niños fueron más insistentes, donde vi más cerdos por la calle y donde conocí a mi primer travelling companion: Luigi, un italiano medio calvo, largo como un día sin pan, de nariz aguileña y verbo fácil y constante. Llevaba ocho años viajando sin parar, sin retornar a su Nápoles natal, ocho años haciendo y deshaciendo su petate militar, petate que vi como hacía y deshacía unas cuantas veces en los días posteriores a conocerle.

Conocí a Luigi como se conoce a casi todo el mundo de viaje: en un medio de transporte. Un autobús local de Ajmer a Bundi. En un alto en el camino Luigi me abordó en perfecto español. Y con él compartí la primera de las muchas veces en que me he sentido como un mono de feria en India. Una veintena de hombres nos rodeó mientras charlábamos en mi idioma materno a menos de un metro y medio de distancia. Los indios son personas por naturaleza curiosas y no sienten vergüenza por ello, así que no disimulan. Nunca verás a un indio agachar la cabeza cuando ha sido cazado in fraganti mirándote fijamente. ¿por qué debería bajar la mirada? Así que tras ese primer momento en que empecé a entender un poco mejor la naturaleza india, y , por tanto, también la mía propia, continuamos viaje y tras cinco horas en total llegamos a la estación de autobuses de Bundi, estación atestada como todas las indias de gente y autorickshaws. En estos momentos es cuando uno se mide con la inteligencia y picardía de los locales y con las propias. Uno descubre sus dotes negociadoras. He de decir que las mías han mejorado sustancialmente en los últimos meses y mejoraron en estos primeros momentos con Luigi, observando a un perro viejo en el arte de la negociación de taxis. A veces pienso que si estas negociaciones se estilaran en occidente los taxistas serían mejores personas y tendrían mejor humor porque probablemente ganarían mucho más dinero, muchos más enemigos es imposible.

Compartimos el autorickshaw hasta el centro, uno de tamaño familiar, con otras dos chicas de Taiwán y una lunática india que decía tener una family house barata, limpia y confortable y no hacía mas que enseñarnos su libro de referencias dejadas por otros viajeros y pedirnos perdón, todavía no entiendo por qué. Al llegar a la family house de la lunática nos dividimos, Luigi y las taiwanesas arreglaron un sitio y yo me quedé con la lunática. Este tipo de decisiones son las que he ido lamentando posteriormente, tener que levantarte por la mañana y encontrarte a una chica que simula con su puño cerrado que lleva un micrófono y te lo plantifica delante de tu boca para que hagas unas declaraciones es el tipo de cosas que definitivamente una no quiere sin haber ni siquiera tomado el primer cai.
Bundi conserva todavía un aire medieval que se aprecia, sobre todo, en el Palacio de la colina.
La tarde que subí a admirar los frescos del palacio compartí una bella puesta de sol con un alemán, Uli, al que nunca más volvería a ver en India pero que me dio un grandísimo consejo: un buen sitio para comer en mi siguiente destino Udaipur. Al día siguiente dejé Bundi dejando atrás a la lunática de la family house, los cerdos y niños por las calles que corrían y te perseguían y los monos y las vacas en lo alto de la colina, en el palacio.
La noche que dejaba Bundi, con cierta sensación de inicio de viaje por que por fin dejaba a Iria y a su socia Maria, presencié la primera celebración de una boda india. La procesión consistía en una especie de tractor en el que iban subidos un cantante que desafinaba como pocos y un teclista que iba aporreando un teclado eléctrico. Delante de ellos una procesión de hombres (era la celebración del novio) iba desenfrenada y bullanguera bailando por las calles del pueblo. Cerraba la comparsa un carrito en el que iba encaramado un pequeño y ruidoso generador gracias al cual todo aquel jaleo era posible. A ambos lados de la procesión iban chicos sujetando fluorescentes en las manos para alumbrar la fiesta. Fue una experiencia única los jóvenes indios normalmente tan reprimidos a causa de la tradición y la religión eran el vivo retrato de la alegría y euforia. Por supuesto, alegría no compartida con ningún ser del sexo opuesto.
Pasé mis últimos momentos en Bundi con las chicas en una lassi shop (los lassis son batidos que se hacen en vez de con leche con yogur y normalmente con frutas. Son las batidos más deliciosos que he probado nunca) contemplando la boda y ansiosa ante el primer viaje sola. Pero la realidad es que viajar es una soledad constantemente acompañada.

Sunday, November 06, 2005

La ciudad santa: Pushkar


“- If you are going to be religious, you must be either a Hindu, a Christian or a Muslim.
- I don’t see why I can’t be all three. Mamaji has two passports. He’s Indian and French. Why can’t I be a Hindu, a Christian and a Muslim?...”
Life of Pi, Yann Martel.


Tras estos acontecimientos en la cabeza, el corazón y el ánimo, compramos un billete de autobús hacia Pushkar, en el Rajasthán.

Pushkar es una ciudad santa del Hinduismo consagrada a Brahma. Hay muchas leyendas asociadas al nacimiento de Pushkar y de su feria, todas ellas asociadas al señor Brahma, dios creador del Hinduismo, miembro de la Tri-murti: la Trinidad conformada por Brahmâ (dios creador), Vishnu (dios preservador) y Shiva (dios destructor). En India sólo hay dos templos dedicados a él y uno de ellos está en Pushkar. Se dice que en una batalla, el señor Brahma mató al demonio Vajra Nabh con una flor de loto, sus pétalos cayeron a la tierra y aterrizaron en tres lugares en los alrededores de la actual Pushkar y allí se originó el lago de la ciudad.

Allí me dirigía, nos dirigíamos, sin saber muy bien qué significa ciudad santa en India. Y ciudad santa significa muchas cosas, entre ellas: prohibición de consumo de alcohol, carne y huevos y, por supuesto, mucho de a dios rogando y con el mazo dando. El sleeper bus que nos llevó de Delhi a Pushkar fue el primer contacto con los medios de transporte en la india, que, resumiendo y siendo sumamente benévola, son pequeños y estrechos para una persona de raza caucásica como yo. Hacía mucho tiempo, desde que era una adolescente, que no deseaba con tantas fuerzas quitarme un par de centímetros de altura y es que en India y, en general en toda Asia, es una mala pata ser alto, más alto que la media asiática, claro.

Las literas del autocar eran como pequeños ataúdes. El techo a menos de tres palmos de tu cara y, por supuesto, yo no podía estirar las piernas por completo. Los baches de la carretera, innombrables. Curiosamente en este autocar fue el primer sitio donde Iria consiguió dormir como un tronco desde su llegada.

Y llegamos y ciudad santa significa que sí puedes comer carne, pero más cara, sí puedes beber cerveza, pero te la sirven a escondidas y en una tetera, y más cara… El mercado negro de huevos no funciona también, así que los famosos pancakes (un postre a medio camino entre una tortilla dulce y una crêpe) no los encontré ni en pintura. Y ciudad santa significa que un montón de falsos Babas andan pululando por las calles intentando liarte para hacer una pooja (ofrenda) en el lago sagrado a cambio de un módico precio.

No sería en Pushkar donde entendería la profunda espiritualidad de los indios y de los seres humanos en general, no sería desde luego contemplando un circo montado para que los turistas llenen sus carretes de fotos. Otros cuantos lo que llenan son sus bolsillos, pues Pushkar es también uno de los centros de compras preferidos por aquellos que van a la India a especular. Compro aquí a 100 rupias (el equivalente a 2 euros) y vendo allí a 40 euros (el equivalente a 4000 rupias, dinero con el que en la India se puede sobrevivir hasta 2 semanas).


Tras una semana cerré la mochila y compartí con Iria el último autobús juntas en todo mi viaje. Cogiendo el primer autobús local hacia Bundi, un sitio poco visitado del Rajasthán, pero que a mi me pareció de una magia especial, detenida en el tiempo y con los niños más persistentes de todo el viaje.

Thursday, October 27, 2005

El gran salto. Madrid-Delhi.



“Why do people move? What makes them uproot and leave everything they’ve known for a great unknown beyond the horizon? Why climb this Mount Everest of formalities that makes you feel like a beggar? Why enter this jungle of foreignness where everything is new, strange and difficult?”
Life of Pi, Yann Martel.


Volando sobe un mar de nubes todo parece más tranquilo, más tranquilo que ayer, por la noche, en Madrid. Una llamada a una hora intempestiva de una amiga despidiéndose, sin saber, si yo iba a volver algún día. Una borrachera divertida para decir un hasta luego. Un sueño repetido: mi llegada al aeropuerto de Delhi. Debajo de esas nubes, la Península Arábiga. Vamos dirección este, perdiendo horas que ya recuperaré en otro momento. Cada vez más ansiosa, con más ganas.

Al llegar, espera en el aeropuerto a mi primera compañera de viaje: Iria, una antigua amiga con la que viví y estudié unos años en Barcelona. Nada, por supuesto, tan horrible como me había imaginado en mis sueños. Pahar Ganj la calle de Delhi donde tienes que estar si eres una persona con un objeto denominado mochila colgando de tu espalda y una guía llamada Lonely Planet en la mano. Gente durmiendo en la calle, basura, vacas, rickshaws, señores que te persiguen y perros por doquier: Bienvenida a India.

Polución, cielo plomizo, no se ve el sol ni la luna ni las estrellas. Delhi es la ciudad de los cláxones, parece que pitar es el deporte nacional, eso, y escupir, deporte en el que los indios han alcanzado una maestría envidiable: se escupe más lejos, más consistentemente y más sonoramente que en España. Vamos que se escupe mejor. Delhi no son colores ni olores Delhi es cielo color gris y ruido sin cesar.

Habitación. Mi primera habitación india era….india. Decrépita, con la pintura de las paredes desconchándose, con rastros de humedad en las sábanas y sin ventanas. 120 rupias, una doble. La maravillosa guest house de Delhi se llamaba Evergreen Guest House, nombre, como el aspecto de la habitación que se repetiría muchas veces a lo largo de mis siguientes cinco meses indios. Debí hacer caso al dependiente indio del aeropuerto de Heathrow que me advirtió de que hiciera lo que hiciera no me alojara en el Pahar Ganj de Delhi. Meses después he recapacitado y he pensado que quizás, de algún modo, él ya sabía de antemano lo que iba a suceder tan solo unos días después de mi llegada a Delhi.

Y lo que ocurrió el día 29 de Octubre de 2005 es que 6 bombas explotaron en diversos puntos de la capital india, 1 de ellas en el Pahar Ganj, corazón humilde de la ciudad bulliciosa. Bomba en una vespa, en la esquina entre las mujeres que pintan con henna y la parada de los autorickshaws. Los más humildes entre los humildes. La CNN proclama a la media hora que son atentados terroristas de Al Quaeda para “asesinar occidentales” y una se pregunta ALLÍ cómo podemos ser AQUÍ tan prepotentes y egocéntricos. Un día más en India, un día más en el mundo. Soy afortunada. 38 personas indias no pueden pensar lo mismo.